EL MOVIMIENTO "PIPÍ"

En mis épocas de estudiante, en las que no existía la tutela y los abusos institucionales eran el pan de cada día, nos atrevimos a hacer una “Asamblea Estudiantil Permanente”. Lo anterior se desarrolló en un escenario de Determinación vs. Intención en donde –como para variar- los unos terminaron calificando de TERCOS a los otros y viceversa. Para no ir más lejos, entre tanta determinación, intención y terquedad afloró “el luchador que todos los estudiantes llevamos dentro”: hubo arengas, gritos, pedidos, quejas, reclamos… lo de siempre. Lo anterior sirvió a las directivas como disculpa para cerrar la Universidad de un plumazo, pues ante una situación así es mejor entrar en la originalísima prevención anti-terrorista. ¡Universidad Pública, claro! ¿En qué otra puede suceder esto?

Mientras duró cerrada la ESAP no dejamos de acudir a ella -al parqueadero más exactamente- para hacer “jornadas reflexivas”. Aparte de guerreros (¡no guerrilleros!) descubrimos que éramos geniales: hicimos montajes teatrales, compusimos canciones de protesta típicas de la época, adaptamos versos, poesías y sobre todo, visibilizamos ante los medios de comunicación nuestra problemática. ¡Qué Exitazo! Sin embargo, así como al principio íbamos casi todos, al final solo lo hacíamos un 10% de aquellos “guerreros de lo público” mientras los demás esperaban noticias desde su casa.

Al cabo de dos meses cuando anunciaron la reapertura por “orden presidencial”, todos entramos felices a nuestra Alma Máter (¡mi salón, mi pupitre, mi cafetería, los baños!…); nunca en la ESAP se han escuchado esos decibeles en las arengas y nunca en mi vida grité con tanta convicción. Habíamos ganado la batalla a punta de resistencia ¡y ahora ganaríamos la guerra contra el autoritarismo! ¿Y qué pasó? Al cabo de algunos días estábamos contestando lista, presentando parciales y jugando voleibol porque casi nadie (yo entre ellos) estaba dispuesto a perder el semestre por causa de otro cierre.

A la hora del balance en donde todos creen tener la última palabra, alguien dijo: “¡Qué va! Esto es lo más parecido a un Pipí: una verraquera mientras está levantado, pero al final se cae después de haber hecho lo que tenía que hacer. La gracia es que pueda volverse a levantar cuando se necesite, ¡que es casi siempre!”. Aunque todos soltamos la carcajada, mi reflexión con los años es que la frasecita es sabia y en su momento fue muy acertada: nos levantamos con energía y al final la resistencia no alcanzó ni para el “repitis”.  Además, me temo que ni siquiera se trató de un ejercicio productivo sino de un “goce onanista” provocado para tranquilizarnos.

Y los colombianos somos felices participando en los “Movimientos Pipí” a los que nos convocan, bien sea para conquistarnos, calmarnos o aprovecharnos. Si bien el aparatico es muy importante para tod@s, debería ser más importante investigar su valor complementario para el futuro. Como en todo, la fase de conquista es encantadora y mucho más si es “con todos los juguetes”, pero lo realmente valioso es la perdurabilidad. Y esta no se obtiene si no hay un impulso mínimo para arriesgarse a conocer, o si se trae oculta una intención unilateral y deliberada de aprovechamiento ventajoso “mientras seas útil”.

No se trata de decirle SI ó NO a todo, por cobardía, desinterés o necedad: se trata de poner lo de cada cual para el futuro pero de forma inteligente y emprendedora.

Lucho Malambo

Nota de actualización: los acontecimientos narrados en este artículo sucedieron a comienzos del primer semestre de 1987. Lo que motivó las protestas fue el cambio de pénsum (de uno "más científico" a uno "más técnico") para adaptar la profesión de Administrador Público a las necesidades de descentralización que se pretendían durante el gobierno de Virgilio Barco. En ese semestre (1-87) fue cuando llegaron a la ESAP los primeros "Becarios de Excelencia" provenientes de los municipios colombianos.

Abril 1 de 2011